El primer día de esta segunda visita teníamos pensado dedicarlo a descansar del viaje y preparar la reunión con la dirección del museo. Como suele ocurrir frecuentemente, los planes cambian y la reunión tenemos que improvisarla este mismo día porque el director faltará toda la semana. Previamente, fuimos a la orilla del río Níger a un pequeño emplazamiento propiedad de un nigerino llamado Sani Boureima en el que por muy poquitas cefas puedes dar un paseo por el río e intentar avistar hipopótamos muy cerca de la ciudad. Mientras esperamos a Sani para saludarle y ver si podemos más adelante hacer una travesía con él, apareció una de sus hijas que muy cariñosamente se acercó a saludarnos. Que puedo contar que no lo diga su foto. Ella iba con su palito posando y yo iba con mi Ipad de trabajo. Se acercó cuando empece a tocar la guitarra con él. No se puede describir la cara que puso cuando deslizó sus dedos por una tablita tan pequeña que emitía música solo acariciándola.