Si eres nigerino, una cita ineludible en Niamey es el Matata. Ousmane, Issoufu y Mohamed son habituales visitantes del mismo y no podía desaprovechar la ocasión de acudir con ellos una tarde a comprobar con mis propios ojos como funciona ese peculiar sitio. Es difícil describir con palabras lo que allí me encontré. Para empezar, es toda una aventura entrar al recinto a no ser que conozcas algún vigilante o encargado, ya que en la entrada hay siempre un gran número de personas intentando acceder. Es tal el tumulto, que la gente se agolpa con sus motos, acelerando para abrirse camino y poder estacionar dentro. Después de una primera intentona para entrar (sin éxito), una llamada de Issoufu a la puerta me sirvió para acceder rápidamente.
Es un sitio al aire libre con un escenario (como tantos otros en Niamey), donde una orquesta toca en directo mientras un gran número de mujeres nigerinas “entraditas en carne” vestidas con la misma indumentaria, bailan al ritmo que marca la música, mientras todos los hombres sentados alrededor del escenario se toman un refresco o cerveza y observan atentamente. Bien, eso es todo lo que hacen y se lo pasan muy bien. Es algo parecido a una discoteca en Europa, donde los hombres acechan con sus miradas a las mujeres que bailan, con la diferencia que allí solo observan, observan, observan y solo observan. Quizá algún atrevido, con un gesto con la mano, llama a alguna mujer para entablar conversación o algo más, pero en las dos horas que estuve allí rara vez ocurrió. Es difícil de entender. Otra cultura, otra forma de diversión, pero realmente para ellos es algo cotidiano y normal, aunque imagino que no es condición por igual entre todos los nigerinos. Para mi fue un rato agradable con mis amigos, que me dieron la oportunidad de conocer un poco más sus costumbres y una de sus formas de diversión en Niamey.